Desde hace varios meses estamos conviviendo con tres manifestaciones que tienen que ver con la gastronomía, con el arte, con la ciencia y con sus mutuas implicaciones: la exposición de Adrià en Cosmocaixa (“Sapiens. Comprender para crear”), la de Miralda en el Macba (“La Santa Comida” dentro de “Miralda Madeinusa”) y la de los Roca en el Palau Robert (“El Celler de Can Roca, de la Terra a la Lluna”). Esta saturación gastro espectacular sólo se justifica por ser Cataluña Región Europea de la Gastronomía.
Conviene pasarse por la exposición del Cosmocaixa (piso -5) si uno pretende alcanzar la condición de sapiens; solo hay que acercarse y deambular por los 300 metros cuadrados que Ferran Adrià, con el apoyo de su BulliFoundation y BulliLab, ha ocupado allí para la Obra Social de Caixabank, algo que pagamos muchos ahorradores que confiamos nuestro dinerito a la Caixa para que especule y nos reparta sustanciosos dividendos, y devuelva exprés las cláusulas suelo por propia iniciativa y acepte la dación en pago y despida a sus políticos consejeros sin retenerlos ni un Rato… El dinero está sutilmente invertido, pero nada bien gastado en este gastrocientífico y creativo evento. ¿Nos sobra la pasta?
La utilidad de esta exposición de Cosmocaixa es manifiesta: si aplicamos adecuadamente el método que Adrià nos propone -comprender para crear, sin olvidar el contexto-, seremos capaces de llevar a cabo hasta trece variantes del inevitable, ancestral, esencial y nutritivo pan con tomate o inventar otras mil innovadoras recetas de cualquier otra cosa, un canelón, por ejemplo. Eso han hecho Joan Roca, Carme Ruscalleda, Albert Adrià, Fina Puigdevall, Jordi Vilà (un sorbete de pan con tomate) y otros ocho cocineros más (sus recetas pueden descargarse a través de un código QR). A Dalí ya se le ocurrió algo parecido con este emblemático plato nacional, aunque sólo llegó a proclamar ante el Parlamento francés: Vive le pain à la tomate! Lo cierto es que ha tenido que llegar Adrià para que el pan con tomate se convierta en un modelo que permita a la especie saltar del Australopithecus al Homo habilis y, al fin, alcanzar el estado del sapiens, que es donde estamos: 200.000 años nos contemplan, y gracias al método de Adrià, podemos hacer visibles nuestras potenciales capacidades creativas, que es lo que nos hace sapiens.
La exposición “Comprender para crear” se recorre bien, es breve, interactiva, entretenida, sobre todo para niños, pero no resiste el más mínimo juicio crítico sobre el método propuesto. La visita de los colegios se centra más en la hermana exposición “La cuna de la humanidad” sobre el origen del hombre, aunque algunos adolescentes se aproximan a jugar con las propuestas del sapiens de la entreplanta contigua buscando creatividad, interacción o tal vez, mayor intimidad.
Aunque el pan con tomate no sea el objeto principal de la exposición, Adrià lo utiliza como el motivo básico de referencia que impregna y pringa todo su método, precisamente porque debe de ser algo consustancial al ADN cultural de muchos. Contagiado por su metodología creativa, yo mismo me propongo investigar un destilado de calçot, aunque tal vez con una deconstrucción o una esferificación fuera suficiente para inundar el mercado y hacerme una autoridad en el universo mundo de la tapa. Ya dijo el filósofo: Primum comprender, deinde crear. Tratando de aplicar la metodología sapiens, que tiene como fin primordial la creatividad, en un pequeño vídeo, el propio Adrià propone realizar un plato a partir de la combinación de tres elementos: un animal, una hortaliza y una hierba aromática, por ejemplo. El paso 07, ¡Comprende!, se alcanza gracias a la realización de un mapa, “una metodología sencilla que logra resultados complejos”; o sea, un map, o sea, lo que todos conocen como un esquemilla o un croquis: parece que hoy todo se resolviera con un map. Vamos a mapear esto, lo otro y lo de más allá. Es el signo tonto de los tiempos. Algunos visitantes de la exposición han ido colgando sus propios maps; la mayoría se atiene a ellos mismos como único centro creativo. Por más que hay varios ejemplos de la “metodología map”, pareciera que se pudiera acabar aplicando por imitación sapiens. El resultado puede ser la lista de elementos de Mateo, un tío que declara 20 tacos y que ejemplifica la sinsustancia más compleja y completa.
No obstante, aplicando el método sapiens, alcanzo a comprender que el pan con tomate es el emblema del país desde donde escribo, Cataluña, porque reúne los cuatro elementales históricos que lo componen: la sal del Mediterráneo, el trigo que llega con la inmigración del secano interior, el aceite milenario del sur y el tomate, una herbácea del género Solanum y de la familia Salanaceae que introdujo Hernán Cortés tras la conquista de México. Ya tenemos todos los elementos necesarios: la sal, el trigo, el aceite y algo que odiar: el descubrimiento y la conquista de México con el dinero de la corona española, formada, en imposible maridaje, por Isabel y Fernando, por Castilla y Aragón.
Asisto a esta exposición con la humilde finalidad de falsar esta idea emblemática mía de los cuatro ingredientes del pan con tomate. Pero la metodología que se paneliza en esta exposición -que está pidiendo un premio fad de intervenciones efímeras al diseño didáctico- asienta una de sus bases en la contextualización. ¡Eureka! El Homo sapiens ha descubierto que para conocer hay que contextualizar. Sin contexto no podemos conocer ni crear nada. Se acabó la creación ex nihilo, se terminó el soplo divino, se evaporó la inspiración, se apagó la chispa del ingenio; pero no hay problema, porque la creatividad llegará a través de la metodología sapiens, así, dígito a dígito, paso a paso, por este orden binario, del 01 al 07. El primer paso del método sapiens Adrià es el 01: ¡Hola Sapiens!
Y a continuación, el método se precipita en una cascada de categóricos imperativos verbales con su signo de exclamación correspondiente: “¡ordena!, ¡contextualiza!, ¡clasifica!, ¡imagina!, ¡crea!, ¡comprende!”. Tengo el pálpito de que, en un momento del recorrido, me toparé con Linneo y su empolvada peluca ilustrada, mientras recuerdo que, desde el fondo de un monitor, en la promoción institucional, el propio Adrià nos plantea una profunda cuestión, un reto filosófico jamás planteado: “¿Entendemos el tomate?” Avanzo vacilante a lo largo de esta metodología, a través de preguntas como esta, hasta que doy por superado el método deductivo e incluso el inductivo. Se me enciende la lucecita. Ya lo he comprendido: como especie, hemos regresado al principio, a la pregunta primigenia. De su respuesta correcta depende nuestro futuro, pues sólo se avanza a fuerza de preguntas. Y ya metido en harina, me atrevo a avanzar tres cuestiones más: ¿Vivimos algunos por encima de nuestras posibilidades? ¿Cuál es la diferencia entre proceso y procedimiento? ¿Recordamos el método científico?
En el colmo de la dicha, rodeado de niños en fila china y adolescentes interactivos, abandono el ColmoCaixa con la sensación de haber asistido al fin de la era social del 2.0, a la que ya me iba acomodando, y haber saltado en la evolución humana, con el impulso de la metodología sapiens, a la era inteligente de 3.0. Al fin regresamos a una era inteligente. Wikipedia, Bullipedia, método sapiens, sí, pero ¿entendemos el tomate? ¡Oído, cocina!
Por fin una exposición del underground y de la contracultura de los años 70 en Catalunya. Fueron unos años de creatividad desbordante, sin cánones impuestos, vividos al margen de prebendas, partidos e instituciones. Las incoherencias del régimen franquista en su decadencia, la persecución centrada en los partidos políticos marxistas e independentistas, y la distancia geográfica que nos alejaba del centro neurálgico del poder, posibilitaron unas grietas por las que se coló una parte de la juventud inquieta y conectada con las corrientes contraculturales que llegaban de fuera.
Jaime Rosal era un tipo raro. Traducía a los franceses de la Ilustración (una gauche divine más bien olvidada), decía lo que pensaba y fumaba en pipa con delectación.
El Palau Robert prepara una exposición que reivindica la contracultura de los setenta.