Escribir sobre un maestro siempre entraña cierto pudor. Los verdaderos maestros te atraviesan, te forman, trastocan tu memoria. Resulta difícil saber quién eras antes de ellos. Recuerdas una sintonía inicial pero cuesta ordenar lo que vino después, discernir lo que ya estaba. Me ocurrió con mi profesora de literatura del instituto y volvió a sucederme años más tarde en la universidad, con Josep Maria Esquirol.
En sus clases una se encontraba prestando atención. La cadencia de su discurso, a diferencia de otros, invitaba a pensar. Los conceptos iban y volvían, siempre los mismos y siempre distintos, y así sucedía algo extraordinario: podías escuchar absorta y esa escucha, lejos de atiborrarte, despertaba un susurro propio. Nos reíamos durante sus clases: a menudo su sonrisa apenas insinuada se prolongaba en carcajada entre los alumnos.
... Sus teorías forman más que informan, obran más que hablan. Cuando leí El respeto o la mirada atenta pense: este libro hace lo que dice, aquí se diluye la oposicióen entre teoría y praxis. Esta obra marcóel comienzo de su propuesta filosófica, que hace un par de años se concretaría como filosofía de la proximidad en La resistencia íntima, ganadora del último Premio Nacional de Ensayo.
Fotos: Ana Schulz
Leo un libro y me impresiona. Es un pequeño manual de filosofía próxima en el que el discurso desmonta cualquier abstracción desconectada de la vida. «En vez del eterno retorno, volver a casa; en vez de la voluntad de poder, la resistencia íntima; en vez del superhombre, la proximidad; en vez del futuro, la memoria; en vez de la afirmación, la problematicidad.»
Desde la filosofía de la proximidad tratas la resistencia íntima frente a la sociedad de la distracción, frente a la homogeneidad producida por el mundo tecnológico y por los lenguajes que nada tienen que ver con lo cotidiano. Háblame de la figura del Resistente.
Se trata de un quien, que exige una filosofía del sujeto. Hay que recuperar la centralidad del quien, tanto contra la disolución del yo en muchos yos, como contra la disolución del yo en alguna totalidad impersonal. A diferencia de estos planteamientos postmodernos, mantengo la idea de sujeto resistente. Un yo resistente frente a la erosión de los contextos que disgregan la individualidad, y un yo atento a su inación degenerativa en las formas de egoísmo y de soberbia. El resistente tiene que ser un quien humilde, pero no en el sentido de Nietzsche, donde el débil se somete y es un sumiso, sino porque se sabe partícipe de la condición de intemperie, que comparte con los demás fraternalmente. El humilde ve al otro en el mismo nivel y en el mismo barco. Nadie por encima del otro.
¿Cuáles son las armas? ¿Cómo resistir en la intemperie?
El resistente cree en algo. La absoluta desesperanza te aproxima al abismo de la nada. El resistente es alguien que sostiene la idea de que algo diferente es posible. Y eso no es una simple utopía para el futuro. La creencia del resistente tiene que ver también con el pasado. Es una memoria anamnética. Una memoria que tiene que ver con el hecho de que el pasado todavía no estáconcluso. Esta también es la idea de Benjamin.
La mayor fuerza del resistente procede, incluso, de creer que lo pasado no está cerrado y que, en cierto modo, todo estápendiente. El resistente es un sujeto humilde que cree en algo, que estácomprometido con algo diferente. Y esta creencia se vincula a la vez con pasado y futuro.
Por fin una exposición del underground y de la contracultura de los años 70 en Catalunya. Fueron unos años de creatividad desbordante, sin cánones impuestos, vividos al margen de prebendas, partidos e instituciones. Las incoherencias del régimen franquista en su decadencia, la persecución centrada en los partidos políticos marxistas e independentistas, y la distancia geográfica que nos alejaba del centro neurálgico del poder, posibilitaron unas grietas por las que se coló una parte de la juventud inquieta y conectada con las corrientes contraculturales que llegaban de fuera.
Jaime Rosal era un tipo raro. Traducía a los franceses de la Ilustración (una gauche divine más bien olvidada), decía lo que pensaba y fumaba en pipa con delectación.
El Palau Robert prepara una exposición que reivindica la contracultura de los setenta.